El Ángel que no fue enviado por Dios



Arrojó al aire un montón de plumas blancas, las cuales se movían dando volteretas, se movían como se mueve el agua con la música, en forma suave. Aquellas plumas blancas compartían la apariencia de las nubes, compartían la misma simpatía, y el rubor que aunque las nubes no lo tienen, uno se lo imagina al ver aquellos grandes cúmulos vestidos de seda. Seda blanca que habla de pureza, pero no la misma pureza que siempre imaginamos, es decir, no la pureza divina; quizá aquella ni siquiera exista; sin embargo, la pureza a la que me refiero, es una que nos hace ser felices, lo cual es básicamente lo que todos buscamos. Aquellas plumas blancas caían de su cuerpo, parecía débil, parecía que lo hubieran lastimado, y que ya no podía volar, poco a poco se acercaba al suelo, sus alas lucían enfermas.

Delié era una niña de hermoso aspecto, sus ojos grandes brillaban con la luz blanca que desprendían aquellas en caída libre. Ella tenía un anhelo, conocer a un ángel que le dijera cómo debía de ser buena, porque, según ella, una persona buena es una persona real; una persona mala es una persona falsa. Resolvamos esta cuestión: Delié pensaba, “un hombre no puede ser malo si siempre está sonriendo…”, esta era la justificación que ella ponía cada vez que su madre se quejaba de Erles, su padre. El hombre murió una noche de lluvia, la madre de Delié nunca lo perdonó, ella decía que las había abandonado, de esto hacía apenas dos años.

“…Una persona buena no cambia, no varía, es una persona segura, tenaz, y siempre, siempre sonriente, no hace cosas que lastimen a otros, en cambio un hombre malo, siempre estará enojado; alguien así, siempre cambia de opinión, se contradice en sus actos, y nunca cambiará… ¿o sí cambiaría?”. Delié Castrom nunca terminaba esta cuestión, por consiguiente, no podía llegar a una conclusión sobre personas buenas y malas, de ahí el deseo de conocer a un ángel.

El día que aquel “ángel” fue encontrado en la calle, con hambre y sed, Delié supo enseguida que era un ángel, pues ella lo veía en sus ojos (y en sus horrendas alas que le colgaban detrás de sí). Emocionada tomó del brazo al “ángel” y lo llevó a su patio trasero. Aquel Ángel se preguntaba qué querría esa niña, temía que la niña intentara delatarlo, pues este era extremadamente pacífico, y si alguien intentara someterlo no podría hacer nada, iba contra sus principios, iba contra su enseñanza y contra su esencia. Él se encontraba solo, esperando a la nueva niña, dispuesto a ceder en cualquier petición que ella le hiciera.

La niña Castrom salió de la casa, se acercó a aquel y dijo –sé por qué estás aquí, seguramente Dios te mandó a explicarme lo que es una persona mala y lo que es una persona buena, así yo podré elegir, y dejaré de dudar que exista la bondad. - A lo que el “ángel” respondió - niña, no sé de qué me hablas, yo volaba entre las nubes, con las aves, y una tormenta del cielo me lastimó, por lo cual tuve que bajar a sanarme, y ahora busco comida, y algo de beber, no sé por qué me hablas de Dios -.

Nunca nadie le había negado una respuesta, ninguna petición, pero esta vez fue así.
-yo sé que eres un ángel, pero no sé por qué me mientes, Dios no manda a ángeles para que le mientan a las niñas- diciendo esto, su rostro tomó un color rojizo.
-Niña, te repito que yo no soy un ángel, me llamo Remed, vivo en las partes altas, me escondo en las nubes, ellas son como cuevas del cielo-. Remed tomó de la mano a Delié y dijo –no te mentiré, yo vuelo con aves, y vuelo con personas como yo, personas que se esconden de los hombres que andan en tierra, los consideramos muy peligrosos. Te preguntarás por qué el miedo, éste es porque los hombres nos asfixian, nos intoxican con aires mortales, así que nosotros buscamos la humedad de las nubes para limpiar nuestra respiración, es por eso que nadie nos ha visto, porque desde lo alto nos vemos como parte de esas nubes. Esta es la verdad, nunca he visto al Dios del que hablan los hombres, pero quizá te refieras al Ser que existe -.

El ser que existe, así le denominaban aquellos seres con alas a aquel que designa la vida de los seres, a aquel que crea la blancura de las alas, las tiñe con un brillo efusivo, aquel ser supremo que lo compone todo, desde nuestros pensamientos, hasta nuestro cuerpo, desde los montes hasta las estrellas, de lo bajo a lo profundo, aquel que existe sin ser visto y es visto sin existir, pues él es toda dimensión, todo tiempo, toda acción, todo dios; cada figura, cada rastro de existencia anterior, cada historia fantástica que escribe un loco, cada predicción, y como dije antes, cada acción, sea “buena” o sea “mala”.

Delié supo todo esto, y lloró, porque eso significaba que ella no tenía razón, pero al darse cuenta que también significaba el fin del paradigma tradicional e impuesto por su madre y su escuela, sus amigos, y cada persona que conocía, ahora esa costumbre de diferenciar lo malo y lo bueno quedaba abolida.

-no sé si exista aquel mundo del que me hablas, el cual yo jamás he visto, pero ahora sé que si hay un Dios, él no podría decir que hay buenos o malos, ya que él mismo es la acción de las personas, él es cada persona, cada pensamiento, cada acción. Así que a fin de cuentas, sí fuiste enviado por Dios -.

Delié recibió la respuesta que buscaba, precisamente porque la buscaba, tomó el bazo


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